sábado, abril 02, 2005

Juan Pablo II

Hoy 2 de abril, pero de 1987 tuve el gusto de ver y escuchar en persona lo que me tenía que decir en vivo y en directo el Papa Juan Pablo II, yo tenía 23 años de edad.

Es difícil reconstruir en su totalidad ese día, en particular esa tarde, pero está claro que muchas cosas quedaron grabadas en mi mente y en mi persona.

Al igual que para muchos otros jóvenes pertenecientes a esa generación el Papa se fue convirtiendo en un referente permanente de consulta.

¿Que ha dicho el Papa sobre tal tema? Y de ahí a buscar en libros, revistas, bibliotecas o en lo que se pudiera. Con la llegada de Internet ese trabajo se nos fue simplificando y las consultas fueron cada vez mas frecuentes.

Ya no era necesario tener que comprar un libro o una encíclica para poder saber que proponía el Santo Padre sobre los temas más variados de nuestra vida.

Amplió los horizontes en muchos temas, pues para esta juventud de fines del siglo XX ya no nos bastaba la religiosidad transmitida por nuestros padres, basada muchas veces en las buenas intenciones mas que en las realidades del mundo y la presencia del cristiano en ese mundo.

El Santo Padre, permitió que esa juventud de fines del siglo XX pudiera conocer una nueva dimensión de palabras casi prohibidas en el Chile de esa época, palabras y expresiones como Justicia Social, Libertad, Derechos Humanos, Paz, Reconciliación. Pese que hasta el día de hoy algunos se asustan cuando se mencionan esas palabras son ya parte de lo que muchos hoy no tan jóvenes queremos para nuestros hermanos.

El Papa aquel 2 de abril de 1987 nos llamó al heroísmo, a la gran gesta de nuestras vidas, a perder el temor, a vencer nuestras propias limitaciones, nos llamó a mirar a Cristo y ejecutar su plan.

Hoy, al cabo de 18 años de ese feliz encuentro para muchos hombres y mujeres de este Chile distinto, el Papa muere dejando un gran trabajo hecho y un gran trabajo por hacer para los que quedamos. Grandes desafíos y quizás grandes batallas nos esperan, por ejemplo la de poder ser protagonistas de nuestra Iglesia en vez de meros laicos que observan y que ni siquiera opinan.

La pena recorre hoy muchos rostros, pero sabemos que esa pena es pasajera y el mundo no se detendrá, pero lo que si debemos seguir promoviendo es aquello esencial que Juan Pablo II siempre proclamó, un Hombre para Cristo y una sociedad donde el Hombre sea tratado y considerado como Hijo de Dios, respetado y valorado en su dignidad, no una mera unidad productiva insignificante para el sistema económico impuesto.

Confiemos en que como la semilla debe morir para dar fruto, la muerte de Juan Pablo II dará los frutos esperados en este siglo XXI.

Gerardo Donoso Contreras