sábado, febrero 03, 2007

¿Kioto o la Corrupción?

Alguien me decía que en vez de alegar en contra de cierto país que no quiere formar el Protocolo de Kioto mejor alegara en contra de la corrupción reinante en nuestro país.

Tal vez tiene razón, es más fácil mirar la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio.

¿Qué lleva a una persona a convertirse en corrupto?

¿La corrupción se hereda?

¿Qué elementos facilitan la espiral de corrupción?

¿Cuál es la medida de mi propia corrupción?

Me cuesta adentrarme en los vericuetos de la corrupción para buscar su origen o sus causas. No se si me cuesta por cinismo o por lejanía, no lo sé.

Frase sabida es que el poder corrompe, pero todos queremos en cierta medida tener más poder, será que queremos corrompernos?

No han sido pocos los que han llegado al poder con nobles intenciones pero las mismas se han diluído a poco andar.

Entrando en el campo teórico tal vez una sólida base valórica puede permitir a un individuo capear con éxito las tentaciones en medio del poder.

Pero esa base valórica se obtiene a mi juicio, de manera fundamental en el seno de la familia y se refuerza con el período de educación.

Negro panorama entonces, pues hoy a juzgar por los resultados en la familia ya no se privilegian los valores sino los precios. Se confunde valor con precio.

La familia escasamente inculca y promueve valores, desde el afán del padre por lograr más y más dinero para comprar “cosas”, hasta la madre que prefiere consumir horas rabeando por la falta de dinero o empaparse de la anestesia mediática de programas Light en una televisión cada vez menos educativa y menos valórica.

El mensaje entonces del hogar es tener, tener y tener.

Por otra parte la escuela o el colegio guía al joven hacia la cultura del éxito económico, persiguiendo los puntos necesarios para entrar a aquella carrera profesional que le asegure un esplendoroso porvenir económico.

He asistido a la nefasta práctica de profesores que llaman a sus alumnos en vacaciones de invierno para presionarlos por la resolución de facsímiles. Una falta de respeto y la prueba de la escasez de pedagogía y criterio. Dicho de otra manera y más clara una práctica de un descriteriado.

Así, el chiquillo nada en el mar de la presión por el éxito y no por la felicidad, por lo que cuando llega a una instancia de poder desarrolla lo que aprendió en el seno familiar y en la escuela: Tener a como de lugar.

Hoy entonces estamos asistiendo al drama del resultado de familias que formaron tipos sin escrúpulos y escuelas o colegios que sólo dieron armas para hacer más eficiente la práctica de la corrupción.

Sumemos a lo anterior el doble estandar, pues cuando un pelafustán roba una gallina es un ladrón, pero cuando el hacendado robaba 100 hectáreas a un mapuche ebrio, eso no era considerado robo, sino que era considerado un buen negocio.

Con lo anterior quiero introducirme a la corrupción heredada, esa que muestra añosas fortunas heredadas por decenas de años pero que tuvieron su origen en el esquilmar al ignorante o al ingenuo.

En su época muchos corruptos de cuello y corbata atacaron, porque esa es la palabra, atacaron al Padre Hurtado, casi todos eran conservadores, pues bien si hoy estuviera el Padre Hurtado vivo sería igualmente atacados por los mismos conservadores, sólo que hoy se hacen llamar UDI.

Estos señores hoy nos dan clases de cómo se desenmascara la corrupción de los del gobierno de turno, pero curiosamente se han opuesto sistemáticamente a que se revisen los procesos de privatización de empresas estatales durante los año ’80. ¿Será que fue ese proceso de privatización marcado por la corrupción?

A la larga estamos rodeados y en un callejón sin salida, por un lado un sistema que hemos aceptado basado en el tener y por otro lado con un conjunto de autoridades y representantes cuyo sello es la corrupción como forma de vida y de trabajo.

A pesar de ellos aun hay esperanzas y esta está entre los comunes y corrientes que aun viven valores, tal vez esos comunes y corrientes no logren derrotar a los corruptos sistémicos, pero al menos no se sumarán a la gran cifra de ladrones libres que tenemos en este país.

Cada cual puede elegir donde se queda si con ellos o con la Feliz Minoría.

Gerardo Donoso

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